epígrafe:

Siempre que caen cohetes -los que son audibles- él sonríe, se pone a caminar por la sala, las lágrimas a punto de saltar de sus ojos llenos de alegría, ensimismado en una rubicunda y alta tonacidad que no puede dejar de estimular a sus compañeros. Sus días están contados. Morirá el Día V-E, el día de la victoria en Europa. Por supuesto, él no es la Guerra, pero, eso sí, es su hijo, el heredero de su suerte, que está viviendo bien durante cierto período, pero con el cual, llegado el día de la conmemoración del final de las hostilidades, habrá que tomar precauciones. El verdadero rey solo muere de falsa muerte. Recordadlo. Muchísimos jóvenes pueden ser escogidos para morir en su lugar mientras el rey verdadero, taimado y viejo bastardo, sobrevive. ¿Aparecerá él bajo la Estrella, arrodillándose ladinamente con los otros reyer mientras este solsticio de invierno se cierne sobre nosotros? ¿Le llevarán a su palacio regalos de tungsteno, cordita y gasolina de alto octanaje? ¿Levantará entonces el hijo la mirada desde su campo de dorada paja  para mirar a los ojos al viejo rey inclinado larga y extendidamente por encima de él? ¿Se estirará para ofrecer su regalo, se encontrarán los ojos de ambos y qué mensaje, qué saludo, o pacto posibles surgirán entre el rey y el pequeño príncipe? ¿El bebé sonríe o sólo se trata de un eructo? ¿Que preferís que sea?

Thomas Pynchon – El arco iris de la gravedad (1973)